Cuando por fin se publicó el artículo, la ciudad se estremeció. La comunidad, que antes se mostraba escéptica ante las afirmaciones de Theresa, vio ahora cómo la verdad se revelaba ante sus ojos. El nombre de Theresa fue reivindicado y la conmoción del pueblo se convirtió en indignación cuando salió a la luz el alcance del engaño de los militares.
Semanas más tarde, cuando Theresa estaba en clase, viendo a los niños reír y trabajar en sus proyectos, sintió que se le quitaba un peso de encima. Por fin se había instalado la paz y, con ella, una profunda sensación de alivio: todo volvía a estar bien.