Encendió la bengala y saltaron chispas antes de que el fuego rojo cobrara vida, brillante y furioso. La agitó en alto y la luz atravesó la tormenta. El todoterreno chirrió y se detuvo a unos metros, con sus luces atravesando la niebla. A lo lejos, apenas audibles al principio, las sirenas empezaron a resonar en la noche.
El todoterreno se detuvo durante unos segundos al borde de la cantera, con las luces brillando sobre el barro. Entonces, cuando el débil ulular de las sirenas se hizo más fuerte, el motor rugió y el vehículo dio marcha atrás, desapareciendo en el camino forestal como una sombra que se disuelve en la lluvia.