Se le revolvió el estómago. «Qué demonios, Álvarez…», murmuró. La prima, el secretismo y los hombres extraños de la finca… todo le vino de golpe, como piezas de un rompecabezas que encajaban en un puzzle más completo que no quería ver.
«Colección privada» «Sin paradas» «Paga extra» Cada frase resonaba como una advertencia que había ignorado. No había sido elegido por su fiabilidad; había sido elegido porque no haría preguntas. Y no lo había hecho, hasta ahora. Se dio cuenta de algo más que debería haber notado antes. Varios clavos oxidados bajo los neumáticos