Ni durante las comidas, ni a la hora de dormir, y mucho menos en días como hoy, en los que el mundo entero parecía una aventura esperando a ser olfateada. «Lleva la correa bien sujeta», le recordó el padre de Jamie, sonriendo mientras se acercaban a las puertas del zoo. El sol era suave en lo alto y el parloteo de las familias llenaba el aire.
El padre de Jamie le entregó un mapa y le indicó la mejor ruta. «Primero los pingüinos, luego las cebras y, si tenemos tiempo, los tigres» Los ojos de Jamie se abrieron de par en par. «¿Tigres de verdad? Su padre asintió. «Grandes. Pero no te preocupes, están detrás de un cristal»