Ahora, con el miedo a flor de piel, aquel recuerdo presionaba incómodamente contra el presente. El cambio de nombre le había parecido antes puramente emocional, pero junto con el extraño correo y los susurros urgentes del personal del hospital, la historia empezaba a difuminarse con la incertidumbre. Se odió a sí misma por dudar de algo tan sincero.
Pronto, su casa se transformó en un paisaje de expectación. La ropa del bebé colgaba en pequeñas hileras; los biberones estaban alineados en la encimera; suaves mantas llenaban las cestas. Sandra se detenía en el pasillo para asimilarlo todo: la promesa de un futuro que habían forjado juntos, rebosante de esperanza e intención.