Gwen asintió lentamente. «Gracias por encargarte de eso Elizabeth se encogió de hombros. «Ya tenías demasiadas cosas entre manos» La respuesta no era exagerada, sino práctica. Gwen se quedó un segundo antes de dirigirse a la cocina. La silenciosa competencia era… inesperada, pero no inoportuna.
Más tarde, Gwen se sentó a la mesa del comedor con una pila de tarjetas de pésame, leyó algunas y dejó la mayoría a un lado. Elizabeth se le unió con dos tazas de té. «He ordenado las de los vecinos, por si quieres empezar a contestar» Gwen esbozó una leve sonrisa. «Quizá la semana que viene»