Esa noche, Michael se quedó despierto escuchando a Sarah respirar a su lado. Le hizo preguntas sobre su despliegue, con una mezcla de curiosidad y dudas en la voz. Él respondió de forma vaga y general, sintiendo que ella quería más seguridad que detalles. Aun así, la forma en que evitaba mirarle a los ojos cuando se hacía el silencio le punzaba.
Un sueño le despertó al amanecer: arena, gritos y, a continuación, el ruido de una puerta. Con el corazón acelerado, se dirigió a la cocina, mirando la tranquila calle de fuera. El mundo parecía tranquilo, pero la inquietud se aferraba como la niebla. Lo descartó como un problema de adaptación, común entre los veteranos, aunque la sensación persistía.