Sarah se acercó, con voz temblorosa. «Vino cuando te fuiste. Dijo que quería ayudar, mantenernos a salvo mientras no estuvieras. No sabía si creerle, pero vino con dinero, con comida. Arregló pequeñas cosas. No quería hacer daño. A cambio, yo le preparaba de vez en cuando la comida y se la dejaba donde él la recogía»
Michael se tambaleó hacia atrás, con los puños apretados. «¿Lo dejaste entrar en esta casa? ¿Después de todo?» Le ardía la garganta de rabia e incredulidad. Sarah negó con la cabeza. «No tuve más remedio. Necesitábamos ayuda. Y él… él quería volver a formar parte de tu vida, aunque sólo fuera a través de nosotros.»