Le preguntó qué llevaba. «Donaciones para la despensa. Lo hacemos de forma anónima», respondió ella enérgicamente. Él quería creerla, pero su respuesta, demasiado suave, sonaba ensayada. La imagen de la bolsa desaparecida lo atormentaba: las transacciones que se hacían en la sombra nunca tenían buenas explicaciones.
Otra noche, Emily sacó un pequeño coche de juguete de debajo de la cama. «Me lo regaló una amiga», dijo orgullosa. Michael lo examinó: nuevo, con una etiqueta de ferretería todavía colgando. Sarah apareció rápidamente y se lo arrebató. «Es mío. Lo compré para ella» Su voz vaciló mientras guardaba el juguete.