Amir pudo ver desde la ventana que el perro se comportaba de forma extraña, parecía desorientado y se movía erráticamente entre la multitud, pero no pudo hacer nada mientras el tren se alejaba a toda velocidad. Amir no podía soportar ver sufrir al perrito. Esto le partía el corazón.
Amir decidió ayudarlo, pero localizarlo era su primera prioridad. Al día siguiente, Amir llevaba consigo golosinas para perros cuando salía hacia el trabajo. Se quedó en la misma estación de metro y, al poco rato, el perro apareció. Su pelaje marrón era inconfundible, aunque parecía un poco más mugriento de lo habitual.