Pero cuando se dio cuenta de lo que tramaba el perro, supo que no podía dejarlo pasar. Sin dudarlo, Amir sacó su teléfono y llamó a las autoridades. Tenían que hacer algo rápido
Era la típica hora punta de un lunes por la mañana en el metro, y todo el mundo se empujaba para llegar a tiempo a su destino. Amir se había acostumbrado al ajetreo de la estación de metro. Mientras esperaba su tren, observaba a la multitud de viajeros que pasaban a su lado, perdidos en sus propios mundos.