En los primeros pitch decks, antes de los titulares del escándalo, vio a Lena con el pelo más largo, los hombros seguros, la mirada brillante con ese fuego particular que sólo poseen los visionarios. Excepto que su nombre no era Lena Gray. Era Elena Hartmann.
No era una camarera, como él había sospechado. Era la arquitecta de una empresa multimillonaria. La mujer a la que había visto limpiando mesas y evitando llamar la atención había dirigido salas de juntas con el tipo de autoridad que él siempre había respetado. Se dio cuenta de que se sentía incómodo. ¿Por qué alguien tan brillante elegiría el exilio en lugar de recuperar su legado?