El novio le exige que se duche dos veces al día – No tiene sentido hasta que conoce a su madre

«Probemos un ritmo doméstico», sugirió, pegando un calendario a la nevera. Las tareas se dividían como generosas porciones de tarta, sin una puntuación evidente, sólo casillas que tacharían juntos. Parecía un buen trabajo en equipo. Evelyn firmó con sus iniciales en una esquina para divertirse, como un contrato con alegría.

Nada le chocaba; todo era de bordes suaves y problemas resueltos. Se permitió creer que había tropezado con un raro equilibrio de ternura y estructura: espontaneidad segura, lo llamaba. Si había alguna fisura, se ocultaba bajo el brillo de que por fin todo iba bien.