Por la noche, él susurraba: «No te olvides del segundo lavado», como una canción de cuna, alisando las sábanas. Ella asentía, obediente a pesar de la somnolencia. Después de la ducha, se quedaba despierta contando tejas en el techo en vez de ovejas. El apartamento zumbaba con los electrodomésticos y la aprobación, suave e implacable.
Buscando un formulario de impuestos en su Drive, encontró una ordenada hoja de cálculo llamada Normas del hogar. Las pestañas florecían en la parte inferior: Flujo de la cocina, Control de calidad de la lavandería, Horas tranquilas. Las entradas y las instrucciones eran inmaculadas. Se desplazó y sintió una corriente de aire frío: afecto formateado en celdas.