El capitán del puerto lo estudió durante un largo rato antes de asentir. «Entonces es suficiente» Cuando la ambulancia se alejó y la multitud empezó a dispersarse, Elías se quedó mirando el negro horizonte.
Las olas rodaban sin cesar, borrando todo rastro del gigante que había rondado sus aguas. Para los aldeanos, se convertiría en una historia contada en las tabernas y en torno a las mesas de las cocinas: cómo un barco fantasma llegó a la deriva a Portmere una mañana de tormenta, para hundirse antes de tocar tierra. Pero Elías sabía que no era sólo una historia de fantasmas.