«Quédate conmigo», le instó Elias, metiendo una mano en su abrigo. Sus dedos encontraron la radio portátil que siempre llevaba consigo cuando navegaba. La encendió y la estática crepitó en su oído. «Guardacostas, aquí barco civil de Portmere. Emergencia Carguero abandonado a la deriva cerca del pueblo, repito, emergencia» Su voz se quebró al pulsar de nuevo el botón de llamada.
«Tenemos un superviviente a bordo. Solicitamos rescate inmediato» La radio zumbó, entrecortada por débiles palabras: «-copia… mantener posición-despacho entrando» Elías exhaló con tembloroso alivio. Al menos alguien le había oído. Entonces la nave se tambaleó. El sonido llegó primero; un rugido profundo y chirriante que hizo vibrar el suelo de acero.