Un perro de un refugio llora cuando adoptan a su hermano. Lo que le ocurrió después fue desgarrador

Era un martes normal, de esos que empiezan con cubos de fregona y acaban con batas cubiertas de pelo. Pero el ambiente era distinto. El refugio se preparaba para la próxima campaña de adopción. Un evento quincenal ahora, celebrado por desesperación. El espacio se agotaba. El tiempo apremiaba.

Gabby se encargaba de las redes sociales: creaba subtítulos extravagantes, emparejaba mascotas con hashtags esperanzadores. Siempre dejaba a Juno y Juniper para el final. Escribir su post era como reabrir una vieja herida. Ya podía predecir el resultado: muchos «me gusta», cero consultas. ¿Dos doberman negros, mezcla de perro callejero, adoptados solo como pareja? Ninguna posibilidad.