Los brazos de Gabby temblaban bajo su peso, pero ella lo estrechó contra su pecho. Se movió por el patio como una sombra, un pie cada vez, con los ojos fijos en el pestillo de la puerta trasera. Alcanzó la puerta y se quedó inmóvil cuando ésta chirrió.
Josh salió de nuevo, con el teléfono pegado a la oreja, pero esta vez su mirada recorrió el patio. «¿Qué demonios…?», murmuró. A Gabby se le heló la sangre. Intentó tirar furiosamente del pestillo de la puerta, pero con Juniper en brazos, la puerta no se abría.