El valium tardó unos 30 minutos en hacer efecto. Aquella ventana lo era todo. Gabby corrió a una ferretería cercana y compró cizallas y guantes. Regresó justo a tiempo. Al asomarse por encima de la valla, vio que el caos se había calmado: cuerpos despatarrados, lenguas sueltas y ojos cerrados. Estaba funcionando.
Esperó unos minutos más y subió la valla despacio, con cuidado de no sacudir la madera suelta. Su pie se enganchó ligeramente en la parte superior, pero aterrizó con un suave golpe. El patio trasero olía a calor, óxido y orina. Cada paso que daba era como cruzar líneas enemigas.