Caminó despacio, agarrando una pila de folletos de Angel Paws que había cogido al salir. Fingiendo que los repartía, fue de puerta en puerta, examinando cada entrada, cada buzón y cada porche. Estaba nerviosa, insegura. Hasta que lo vio: aquel todoterreno, aparcado torcido en un camino de grava.
Era inconfundible. Las mismas abolladuras en el parachoques. La misma matrícula. El coche de Josh. El corazón le dio un vuelco y se quedó paralizada en la acera de enfrente. Las persianas de las ventanas cercanas estaban bajadas. Se acercó, centímetro a centímetro, hasta llegar al lado del patio, y entonces lo oyó.