Un enorme tiburón blanco se acercó a un submarinista. Entonces ocurrió lo impensable

Uno de nosotros tiene que llevar este barco a casa» Frenaron cerca de un trozo de turquesa, donde el arrecife se alzaba invisible bajo la superficie. Marcus se colocó el equipo, ajustó las correas y comprobó los indicadores con facilidad. Su cámara colgaba de su mano, el instrumento que convertía sus inmersiones en algo más que un recuerdo.

«¿De verdad vas a bucear solo esta vez?», preguntó Aaron Preguntó Aaron, rascando una nota en su cuaderno de bitácora. «Mejor cobertura así», respondió Marcus. «Además, odias bucear» Aaron resopló. «No odio bucear. Odio a los tiburones. Hay una gran diferencia» Le hizo un gesto para que siguiera. «Vamos entonces, chico de Navidad. Tráeme algo que merezca la pena escribir»