Siguió otra erupción, ésta más cercana, la detonación amortiguada golpeando su cuerpo, la onda expansiva ondulando hacia fuera. El arrecife se dobló bajo el ataque, fragmentos de coral se soltaron y cayeron como cristal quebradizo. Marcus levantó un brazo para protegerse la máscara mientras el agua se agitaba violentamente.
Cuando la marejada se disipó lo suficiente como para poder ver, vio movimiento en la superficie: formas en lo alto, siluetas de otra embarcación que se acercaba al barco de Aaron. Sintió un nudo en el estómago, un pavor helado que atravesaba la bruma. Y por primera vez desde que había caído al agua, Marcus se dio cuenta de que el arrecife no era lo único que estaba siendo atacado.