El barco surcaba las olas, con el motor zumbando mientras el sol de la mañana pintaba el horizonte con vetas doradas. Marcus se apoyó en la barandilla, con el traje de neopreno a medio cerrar y los ojos llenos de expectación. Ya podía sentir la atracción del océano bajo sus pies, atrayéndole hacia su mundo oculto. Aaron, que manejaba los mandos, le miró por encima del hombro con una sonrisa.
«Sonríes como un niño en Navidad. Cualquiera diría que no has hecho esto ya cien veces» Marcus sonrió satisfecho, sacudiendo la cabeza. «No importa cuántas inmersiones haya hecho. Cada vez es nuevo. Un arrecife diferente, una vida diferente. Nunca sabes lo que te espera abajo» Aaron se bajó las gafas de sol sin dejar de sonreír. «No te olvides de volver a salir.