Lanzó el filete medio metro hacia un lado, asegurándose de que caía lo suficientemente lejos como para obligar al perro a moverse. El perro vaciló sólo un segundo antes de avanzar arrastrando el cuerpo por la hierba embarrada. Su boca se aferró al borde del filete y empezó a desgarrarlo con avidez.
Maya se movió rápido, con las manos firmes. Se agachó, puso un pie junto a la valla para mantener el equilibrio y apretó una mano contra los listones húmedos, separándolos. Con la otra mano, estiró hacia delante y tiró suavemente de la pata del perro, un movimiento cuidadoso cada vez, hasta que se soltó.