Se detuvo a unos metros del perro. El perro seguía ladrando, retorciéndose y gimiendo en su sitio. Su pelaje parecía erizado y polvoriento, y en el chaleco que llevaba a la espalda se leía claramente: PERRO DE SERVICIO en letras blancas. Maya miró a su alrededor en busca de un dueño, pero el patio y la calle estaban completamente vacíos.
Cuando se fijó bien, se dio cuenta de que el arnés del perro estaba enganchado en uno de los postes de la valla y que su pata trasera había quedado atrapada en un ángulo extraño entre los listones. Dio un paso adelante con cuidado, pensando que tal vez podría desenredar el arnés con cuidado. Pero el perro chasqueó el aire y ladró bruscamente.