En 1997 tuvo septillizos, luego su marido la abandonó, vea cómo lucen 26 años después

Llamó a la cafetería, se disculpó y dijo que no entraría. Luego cogió una sudadera arrugada y se dirigió a la clínica que había al final de la calle. La sala de espera estaba llena de clubbers con los ojos desorbitados y ancianos de la zona. Vincent se sentó en un lugar intermedio, ni lo uno ni lo otro.

A su izquierda, una chica en medias de rejilla agarraba una botella de agua como si contuviera su alma. A su derecha, un anciano se apoyaba en su bastón y su hija rellenaba formularios. Vincent se miró las manos: venosas, manchadas, que ya no cicatrizaban con rapidez. Algo cambió en él.