En 1997 tuvo septillizos, luego su marido la abandonó, vea cómo lucen 26 años después

Hace dos meses, algo cambió. Al principio fue sutil. Le costaba respirar. Una resaca que se aferraba pasado el mediodía. Un dolor sordo que no podía aliviar. Aún así, se dijo a sí mismo que no era nada. Una noche dura. Una mala mezcla. Nada de lo que no se hubiera recuperado antes.

Aquella mañana había empezado como cualquier otra. Vincent se había despertado a las diez, con las cortinas echadas y la boca seca. El bajo de la discoteca de la noche anterior aún latía débilmente en sus oídos. Abrió una cerveza, el silbido de la lata le resultó familiar, casi reconfortante. Se sentó en su pequeño balcón, con los ojos entrecerrados por el sol.