Pensó en los cumpleaños que se había perdido. Las obras del colegio. Las visitas al hospital. Las noches en que lloraron y las mañanas en que se levantaron de todos modos. Había abandonado siete vidas antes de que empezaran. Y ahora que habían florecido, estaba claro: nunca le habían necesitado para crecer.
Jules se lo contó todo a sus hermanos aquella noche. La confrontación en la sala de espera. La desesperación de Vincent. Sus excusas. Y cuando Linda lo oyó, no lloró. Asintió en silencio, con los ojos pesados, como si una puerta cerrada hacía tiempo se hubiera cerrado para siempre.