En 1997 tuvo septillizos, luego su marido la abandonó, vea cómo lucen 26 años después

Ben era el ingeniero. Sus mensajes eran silenciosos, escasos: la mayoría eran primeros planos de placas de circuitos, estaciones de trabajo limpias, matemáticas garabateadas en servilletas. Una foto sorprendió a Vincent: Ben en una competición de robótica, con una amplia sonrisa y una medalla colgada del cuello. Pie de foto: «Construí algo que finalmente funcionó. Mamá lloró» Vincent también lloró.

Ben vivía en San Diego, trabajaba para una empresa tecnológica y se desplazaba en bicicleta a todas partes. En una foto borrosa, estaba en un acantilado con vistas al océano. «Siempre adelante», decía el pie de foto. Vincent murmuró: «Claro que sí», y lo señaló: tal vez. Tranquilo, lógico. Podría ir en cualquier dirección.