Un hijo era un contratista, de pie con orgullo delante de un sitio con «McIntyre Builders» en el tablero. Otro, ingeniero, publicaba planos y códigos. Una hija dirigía su propio spa de estética. Las otras eran una enfermera, una consultora y una empresaria. Siete vidas llenas y brillantes. Siete vidas que él nunca había tocado.
Vincent sintió asombro y vergüenza. ¿Cómo lo había hecho? ¿Cómo había tomado los restos que él dejó atrás y los había convertido en algo tan… hermoso? Se frotó la cara, con el corazón acelerado. No eran extraños. Eran sus hijos. De carne y hueso. Y ni siquiera sabía sus nombres.