Durante años, Vincent se había convencido de que había hecho lo correcto. Sólo tenía 23 años, estaba arruinado, asustado y no estaba preparado para tener un hijo, y mucho menos siete. Linda se había negado a ceder, y él había optado por la supervivencia. Desaparecer le había parecido brutal, pero necesario. La enterró a ella y a todo lo que eran para siempre.
Borró su número, tiró todas las fotos y nunca miró atrás. Así era más fácil fingir que nada de aquello había sucedido. Hasta ahora. En su perfil de Facebook, el pasado aparecía en una sola foto: Linda, mayor pero radiante, radiante junto a un joven con toga y birrete.