En 1997 tuvo septillizos, luego su marido la abandonó, vea cómo lucen 26 años después

Miró a su alrededor y se dio cuenta de que no había construido nada. Ni casa, ni ahorros, ni siquiera un coche propio. Cada sueldo se había evaporado en música, alcohol y noches de juerga. No se había preparado para el futuro porque nunca pensó que lo necesitaría. Pero ahora había llegado la factura: 50.000 dólares y sin escapatoria.

Vincent permaneció sentado durante horas, con el silencio enrollándose como una cinta. No echó mano a la bebida. No llamó a nadie. Por primera vez, se permitió sentirlo todo: miedo, vergüenza, incredulidad. Había vivido como un fantasma de paso por las fiestas. Ahora se sentía real. Demasiado real.