Un velero queda varado y se topa con piratas: ¡lo que hace la tripulación para sobrevivir los deja a todos atónitos!

«Silencio», gruñó el hombre. Su aliento desprendía un olor acre a cigarrillos y sal. Liam se quedó inmóvil, demasiado aterrorizado para volver a hablar. El cuchillo aflojó el pestillo y, con un último chasquido, la caja se abrió. Dentro, acolchados en espuma, yacían los instrumentos de Liam: metal reluciente, lentes pulidas, delicados brazos y sensores. Caros, especializados, insustituibles.

El pirata silbó bajo y llamó a los demás. Se agolparon en la caja, murmurando en un idioma que Liam no podía entender. Sus voces contenían satisfacción, como las de los carroñeros que encuentran un cadáver rico. La mandíbula de Ethan se tensó. Se inclinó sutilmente hacia Liam, con palabras bajas y firmes. «No te muevas. No digas ni una palabra. Cuanto menos llamemos la atención, más posibilidades tendremos»