Un jubilado estaba harto de que los ciclistas atravesaran su jardín, así que diseñó la trampa perfecta

Un cartel decía «CERRADO TEMPORALMENTE – DESVÍO ADELANTE», pero el desvío no estaba claro. Y a los ciclistas, como pronto aprendería Clarence, no les gusta perder el ritmo. Buscaban atajos. Su patio se convirtió en uno.

Al principio, eran uno o dos ciclistas, jóvenes y rápidos, que pasaban por el borde del césped como si apenas lo tocaran. Clarence los vio desde la ventana de la cocina, con la cuchara detenida en el aire. Atravesaron la esquina de su césped como si nada.