Un jubilado estaba harto de que los ciclistas atravesaran su jardín, así que diseñó la trampa perfecta

Se quedaron en el sendero. Al fin y al cabo, no era su propiedad. Pero notó cómo el ruido de la goma sobre la tierra se convertía en una presencia cotidiana. Rompía la quietud. Su perro, Taffy, empezó a ladrar más. Las campanillas de viento del jardín, antes tranquilizadoras, empezaron a ahogarse.

Aun así, mantuvo su rutina. Seguía plantando y regando. Pero los ciclistas seguían llegando. Los problemas empezaron cuando se cerró un tramo del carril bici por obras. De la noche a la mañana aparecieron barricadas naranjas.