El mundo giraba deprisa hoy en día, pero Clarence había encontrado la manera de salirse de él. Su casa era un remanso de calma. Su jardín, un santuario. Pero las cosas habían empezado a cambiar últimamente. Primero, fue el camino detrás de su propiedad.
Lo que solía ser un sendero apenas utilizado se había añadido a alguna aplicación de ciclismo. Luego llegó el zumbido de los neumáticos, el borrón de los cascos y las rayas de colores que pasaban volando junto a la valla de su jardín. Al principio, a Clarence no le importó.