Lo probó con el mango de un rastrillo. El sensor parpadeó. Medio segundo después, una ráfaga de agua salió disparada en un fino chorro. Duró unos cuatro segundos antes de apagarse. Clarence asintió para sí y ajustó el ángulo para alcanzar el «atajo» no oficial. Estaba listo.
Para estar más seguro, añadió una señal más, esta vez en letras mayúsculas sobre plástico reflectante: «ZONA HÚMEDA – PROPIEDAD EN MANTENIMIENTO – NO ENTRAR» Sabía que no lo leerían. Pero no era para ellos. Era para él. Un recordatorio de que había hecho todo lo posible antes de esto.