Un jubilado estaba harto de que los ciclistas atravesaran su jardín, así que diseñó la trampa perfecta

Plantó un nuevo cartel, esta vez más grande. «PROPIEDAD PRIVADA – NO ENTRAR» Lo pintó él mismo con letras mayúsculas y lo reforzó con un poste de madera y una cuerda. Por la mañana, alguien había cortado la cuerda y había derribado el cartel.

Clarence se quedó mirándolo largo rato. La falta de respeto ya no le parecía descuidada. Parecía practicada. Recorrió el límite de la propiedad, comprobando los daños. Una de sus macetas de cerámica para pájaros había sido derribada. Las alas se habían astillado. La tierra había sido pateada como si nada.