El sonido de la bocina pareció hacerle encogerse aún más, como si presionándose contra la grava pudiera desaparecer. El chirrido del metal llenó el aire, el sonido crudo de la fuerza uniéndose a la fricción. Las chispas estallaron bajo las ruedas mientras el maquinista luchaba contra la propia física.
Una tormenta de calor y ruido recorrió los campos. Ethan se quedó sin aliento. Y entonces, lentamente, el rugido empezó a desvanecerse. La gran máquina se estremeció, gimió y se detuvo.