A Leah se le aceleró el corazón cuando empezó la grabación. Era granulada y captaba la calle concurrida y el callejón oscuro. Contuvo la respiración cuando la marca de tiempo coincidió con la hora del crimen. La expectación ante lo que podría encontrar era casi abrumadora.
En la pantalla, Leah vio a la anciana entrar cautelosamente en el callejón. Instantes después, una figura salió de entre las sombras y empujó a la mujer al suelo. A Leah se le aceleró el pulso al ver cómo el asaltante se apoderaba de su bolso y sus joyas y se alejaba a toda prisa.