Haciendo acopio de todo su coraje, Jason respiró hondo y entró con cautela en la casa. Sus zapatillas apenas hicieron ruido en el suelo de madera pulida. Justo delante estaba el salón, y la fuente del susurro, cada vez más fuerte, le atrajo hacia allí.
A medida que se acercaba, el corazón le latía con fuerza en el pecho y el ruido rítmico casi ahogaba todos los demás sonidos. En la habitación poco iluminada, apareció una figura sombría, encorvada y rebuscando en los cajones. Al principio pensó en un ladrón, pero al entrecerrar los ojos en la penumbra, distinguió una silueta familiar: una mujer. Y entonces, en una súbita y escalofriante comprensión, supo exactamente quién era…