Poco después, un agente devolvió a Nolan su mochila, que contenía algunos objetos personales y una pequeña porción de pescado seco. «Tienes suerte de haber traído suficiente para compartir», bromeó el agente. Nolan esbozó una sonrisa cansada, reflexionando sobre cómo aquel acto lo había cambiado todo.
Un equipo veterinario examinó a la madre y a su osezno. Tras comprobar que ninguno de los dos sufría lesiones que pusieran en peligro su vida, los trasladaron a un entorno natural más seguro. Cuando Nolan vio alejarse a las criaturas, sintió una oleada de alivio y de tranquilo orgullo.