Liberado de sus ataduras, Nolan tropezó con una moto de nieve, guiado por el brazo firme de un agente. Al fondo, otros agentes comprobaban si la madre osa estaba herida, asegurándose de que podía moverse sin peligro inmediato. El osezno se apretaba contra ella, en una imagen de frágil reencuentro.
Condujeron a Nolan a un puesto cercano, una modesta estructura equipada con material médico y equipos de radio. Allí hizo una declaración completa en la que describió la espeluznante persecución, la llamada de radio y cómo había seguido al oso polar. Los agentes escucharon atentamente.