Una oleada de alivio recorrió a Nolan. Los cazadores furtivos se apresuraron y algunos salieron disparados hacia sus motos de nieve. Pero los agentes eran expertos en maniobras árticas. Se abrieron en abanico, cortando las rutas de escape. En unos instantes se produjo un tenso enfrentamiento, con los agentes ladrando órdenes a través de megáfonos.
Sonaron disparos, no de balas, sino de bengalas de advertencia. Unas ráfagas cegadoras encendieron el cielo oscuro, obligando a los cazadores furtivos a protegerse los ojos. Con una determinación inquebrantable, los agentes avanzaron abordando a los hombres armados y atándoles las muñecas con bridas. Su coordinación era evidente.