Un oso polar intenta llamar la atención de un barco pesquero. Cuando la tripulación se da cuenta del motivo, bajan un barco de rescate

La quietud. La forma en que la luz rebotaba en el hielo. El silencio. Por encima de él, en el puente de mando, el capitán Henrik Foss tarareaba algo sin ton ni son mientras tecleaba las coordenadas en la maltrecha consola del GPS.

Henrik era una década mayor, más ancho de hombros, y se comportaba con la confianza inquebrantable de un hombre que ha sobrevivido a cascos volcados, cabrestantes rotos e incendios de motores. Llevaba la barba plateada, recortada como una ocurrencia tardía, y su chaqueta parecía heredada de otro siglo.