El estrés y la preocupación por el estado de su madre la habían dejado indefensa y perdida. Lo único en lo que podía pensar era en el hambre que sentía y en la pizza que se le antojaba, un consuelo tangible en un momento caótico.
Los médicos aseguraron a Jackson que tanto ella como su bebé estaban bien. Cuando entraron en la habitación del hospital, la madre de Lily se acercó a su hija con lágrimas de alivio y gratitud brillando en sus ojos.