Los piratas restantes, desorientados por el caos y la repentina afluencia de personal de seguridad, fueron rápidamente sometidos. Su confusión y el abrumador número de sus captores facilitaron que el equipo de seguridad los contuviera con eficacia. La amenaza inmediata parecía bajo control, pero la situación dio un giro inesperado.
Mientras se preparaban para asegurar al último de los piratas capturados, surgió una nueva complicación. Quedó claro que había un infiltrado entre la tripulación del yate que había estado ayudando en secreto a los piratas. Este cómplice había estado trabajando entre bastidores, saboteando los sistemas del yate para favorecer sus maliciosos planes.