Cuando pasó el peligro inmediato, el capitán Richard se dio cuenta por fin del alcance de su éxito al salvar a todos los que iban a bordo. Sus agudos instintos y sus bien afinados métodos habían demostrado su valía, demostrando que su amplia formación era algo más que experiencia: era su salvavidas en los momentos críticos.
Una vez evitada la amenaza, le invadió una sensación de alivio. La tensión que se había apoderado de él se relajó y sus pensamientos volvieron a placeres más sencillos. Se consoló imaginando su regreso a casa, donde podría reunirse con sus hijos y disfrutar de la tranquila satisfacción de un trabajo bien hecho.