La risa llenó la habitación, y la tensión que había flotado en el aire como una nube de tormenta momentos antes comenzó a disiparse. «Vamos», dijo Anna, cogiendo a Oliver y Michael del brazo. «Volvamos a la fiesta. Tenemos una boda que celebrar»
Mientras se reincorporaban a la fiesta, Oliver sintió un profundo alivio mezclado con una persistente vergüenza. Pero, sobre todo, se sintió agradecido por los giros sorprendentes que puede dar la vida y por las segundas oportunidades. Así que Oliver cogió su cámara y se unió de nuevo a la multitud, capturando sonrisas, risas y la hermosa y ordinaria magia del día.