Leo llegó con la consabida mezcla de preocupación y sentido práctico, escuchando cómo Adam se movía y lo contaba todo desde el principio. Sugirió, con delicadeza, que tal vez Clara sólo necesitaba espacio o aire fresco, que aparecería más tarde, molesta pero bien. A veces la gente se iba por unas horas.
Adam negó con la cabeza. Clara no era así de impulsiva. Puede que necesitara espacio, claro, pero no desaparecía sin enviar al menos un mensaje corto. No apagaría el teléfono por completo, no con los planes del fin de semana y los correos electrónicos del trabajo y todo lo demás esperándola.